It was the ghosts. He knew them-
well, by now anyway, and with good reason.
My first impulse (when I heard his story)
was to shut it out of my mind: not listen,
but I couldn't, he needed to talk.
The ghosts halted at the end of the tunnel,
grandpa said helplessly-to me...,
it was all in their favor, in his mind.
When I had last talked to him, the door to
the cellar was open, it now was shut,
he-standing in the kitchen
by me, said, "I'm waiting for things to happen,"
restlessly waiting he was; I saw him waiting
and for once, not complaining.
"They've dug this tunnel, you see..." he said-
(hesitantly); he stood there a moment, in a trance,
"in the cellar, they're coming for me..." so he did
believe (the tunnel had taken six weeks to dig
so he told me).
Now leaning on the old stove in the kitchen,
balancing his physical being with his thinking
(his upper teeth grinding on his lower) whispered,
"Hand me my coffee..." he never said please,
his hands shaking (he had just eaten some
scrambled eggs; I made them). "I could hear
them digging down there, for weeks," he said
with a-troubled face, "in the cellar...." he added.
The only fault my grandfather had besides being
moody: fault with me that is, I didn't' pay him
much attention. But today he had forgotten that
fault, as I was wondering where this cold fear of his
was coming from (surely he knew we all had to die
but I was only 26-years old, and death was some-
thing new, even being in war, does not prepare you).
He was 83-years old; perhaps death was the grave,
no such things as ghosts, but here they were: waiting.
I thought, looking at grandpa, thought (not saying
a word) thought perchance he was wondering if
the ghosts were now going to chase him around the house?
(Funny I thought that, at the time...not sure why.) These
ghosts I thought, were going to leave the Cellar, and find
him, so I thought. Then I said, "They're harmless, grandpa,"
and he said, "Come into my world, you'll see...!" Of course,
that was impossible, so I just leaned back on the stove like he.
These cellar ghosts (I figured, would pass after a good
night's sleep for him: or two or three); but no such thing.
I was but twenty-six-years old, and really didn't know what to believe. Now that I look back, being fifty-eight, things have
changed; those old familiar spirits are more than they
seem, now, than what they were back then; for there is
another world, as real as ours, as perplexed as it may seem,
and I suppose, they are willing to wait for me; should they find
an opening. He died two weeks later after our conversation:
back in '74, a long time ago, of course. He died face and body flat
on the floor in his house, trying to get from one room to the other,
as if someone, or thing was chasing him.
#1234 2/22/06
IN SPANISH
Translated by Nancy Peñaloza
Edited by Rosa Peñaloza
Los Fantasmas del Sótano del Abuelo
Eran los fantasmas.
Él los conocía-muy bien-
por ahora, de todos modos y con buena razón.
Mi primer impulso (cuando oí su historia)
fue alejarlo de mi mente, no escuchar;
pero no podía, él necesitaba hablar.
Los fantasmas se pararon al final del túnel,
eso decía mi abuelo,
en vano-me lo decía a mí...-
todo estaba en su favor,
él lo tenía fijo en su mente.
Cuando hablé últimamente con él,
la puerta del sótano que estaba abierta,
ahora estaba cerrada.
Él-parado en la cocina-cerca de mí, dijo:
"Estoy esperando que pasen cosas".
Inquietamente esperando él estaba.
Gracioso pensé:
verlo a él esperar por única vez sin quejarse.
"Ellos han cavado este túnel, ves..." él dijo (vacilante),
él estuvo allí un momento más,
como si en trance,
"en el sótano, ellos vienen por mí...".
Eso él pensaba
(el túnel había tomado seis semanas
en ser cavado, él me dijo).
Ahora apoyándose en la estufa vieja de la cocina,
equilibrando su ser físico con su pensamiento
(sus dientes superiores rechinando con sus inferiores),
susurró: "Alcánzame mi café..."
Él nunca decía por favor,
sus manos temblaban
(él acababa de comer algunos huevos revueltos que los hice para él).
"Pude oírlos cavar aquí abajo, durante semanas",
dijo él con una cara preocupada,
"en el sótano..." él añadió.
El único defecto que mi abuelo tenía
era ser malhumorado,
defecto conmigo es decir,
yo no le prestaba mayor atención.
Quizás ahora él se había olvidado de ese defecto,
entretanto yo me preguntaba:
¿de dónde venía ese miedo aterrador de él?
(seguramente él sabía que todos tenemos que morir,
aunque yo sólo tenía veintiséis años y la muerte
era una cosa nueva, incluso estar en guerra no te prepara).
Él tenía ochenta y tres años;
quizás la muerte era la tumba,
no tal cosa como fantasmas,
pero aquí estaban ellos: esperando.
Pensé, mirando al abuelo,
pensé (sin decir una palabra)
pensé talvez si él estaba pensando si los fantasmas
¿iban ahora a perseguirlo por la casa?
Gracioso, era todo esto,
eso pensé en ese momento...,
no estoy seguro por qué.
Estos fantasmas no tenían razón
para perseguirlo a él alrededor del sótano
o tratar de encontrarlo en su casa.
Entonces dije:
"Ellos son inofensivos, abuelo",
como si ellos fueran reales,
estaba hablando como él... y él dijo:
"¡Entra en mi mundo y tú lo verás...!"
Desde luego eso no era posible,
entonces sólo me recliné en aquella estufa vieja,
contra mi espalda.
Estos fantasmas del sótano, me imaginé,
pasarían, se desvanecerían,
después de una buena noche de sueño para él,
o dos o tres; esto es lo que haría falta.
Pero no pasó tal cosa, esto no lo era.
Yo realmente no sabía qué pensar,
como dije antes, sólo tenía veintiséis años.
Ahora que miro atrás, a los sesenta años,
las cosas han cambiado
(ellas siempre lo hacen ¿verdad?);
esos viejos espíritus familiares
son más de los que parecen, ahora
-más de lo que eran en ese entonces-
porque hay otro mundo,
tan real como el nuestro,
tan perplejo como puede parecer,
y supongo, que ellos están dispuestos a esperar por mi;
si ellos encuentran una apertura
(esto es: otro mundo dentro de nuestro mundo).
Él murió dos semanas más tarde
-después de esa última conversación-
allá en el año 1974, mucho tiempo atrás por supuesto.
Él murió boca abajo, sobre su vientre,
sin vida en el piso de su casa,
tratando de ir de un cuarto al otro,
como si alguien, o algo, lo persiguiera.
Nota: Este acontecimiento ocurrió en nuestra vieja casa en la calle Cayuga, en San Pablo, Minnesota, Estados Unidos, en 1974, quizás unas semanas antes de que mi abuelo muriera.
#1234 2/22/06
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